viernes, 3 de octubre de 2014

Afrontas el peligro

Dostoievski es mi pastor; nada me falta, musitas. Y de entre las sombras emerge una larga puta que con una agradable sonrisa te pide fuego. Te imaginas de pronto que esto es una mezcla de Noches blancas y Crimen y castigo (tal vez el editor muerto de tu bañera desempeña el papel de vieja usurera en esta versión). 
—¿Qué haces aquí tan solo, bonito? —pregunta la prostituta, con marcado acento rumano—. Te van a comer las musarañas. 
—¿No hace una noche preciosa? 
—Será para ti, guapo, yo estoy trabajando. Mira qué tacones. ¿A ti te parece humano esto? Con estos tacones podría ayudar a los bomberos a bajar gatos de los árboles. ¿Quieres una mamada rápida? Son veinte euros. 
No estás acostumbrado a pasar tan rápido de hablar de gatos a sexo, aunque esto se parece un poco a internet. Dudas. Piensas que los grandes escritores son todos unos crápulas, pero a saber dónde ha estado esa boca antes. Seguramente en las entrepiernas de otros escritores, también en esto llegas el último. Te preguntas si al menos usará un buen enjuague bucal después de cada servicio. Aguarrás o algo así. 


No hay comentarios: